martes, 12 de diciembre de 2017

Enojo Efectivo (Adaptado del artículo escrito para Correo Canadiense)

Muchos les temen a las personas cuando están molestas, enojadas, tristes o “muy emocionadas” porque, de alguna manera, las perciben como una amenaza, sin embargo, no hay nada más útil que una persona que te expresa su emoción, pues, al contrario de una que calla, con ésta sí que sabes dónde y cómo estás parado para esta persona; su enojo es un aviso sincero que agradecemos. Sabemos que no nos va tirar un cuchillo a la espalda, mientras dormimos a su lado plácidamente. Si nos lo tira, lo hará de frente y a plena luz, así podremos defendernos. 

Por otro lado, el miedo que sentimos al ver a alguien furioso es una respuesta natural de nuestra estructura humana que se pone en modo defensa inmediatamente.

Es importante tener claro que todas las emociones que los seres humanos somos capaces de sentir tienen un propósito evolutivo y obedecen a factores neuropsicológicos que nos han acompañado por miles de años. Es decir, todas las emociones, nos gusten o no, tienen su razón de ser y su utilidad en nuestras vidas por ello, nos han acompañado todo este tiempo.

Sin embargo, somos nosotros los que les damos una interpretación negativa a las emociones porque además tenemos una tendencia aprendida a valorar más la razón que la emoción. Esto como resultado de nuestra educación cultural y familiar.

¿Cuándo la molestia o el enojo es útil y efectiva?

El enojo es útil siempre porque es la forma en la que nuestro sistema neuroendocrino y nuestro programa emocional se manifiesta, nos protege, nos avisa y le avisa a los otros a nuestro alrededor que estamos inconformes con alguna situación o hecho y que nos está hiriendo de alguna manera. Esto le ayuda al otro a responder frente a nuestra emoción, le da una guía de que algo va a cambiar o si no, se agudizará la diferencia entre nosotros y la molestia del otro.

Es efectivo el enojo, cuando: 

*    Expresamos molestia sobre el hecho concreto que nos genera la inconformidad.

* Le informamos directamente a la persona implicada con respeto, claridad y honestidad aquello que nos molesta.

* Ofrecemos opciones de soluciones al evento que nos molesta, no atacamos ni etiquetamos a la persona, sólo hablamos del hecho que nos molesta.

* Pedimos tiempo al otro, respiramos y organizamos nuestras ideas antes de entrar en discusión con el otro. 

¿Cuándo obstaculizamos el poder de nuestras emociones y minimizamos la efectividad y utilidad del enojo?

Siempre que: 

* Reprimimos nuestra emoción de molestia por “educación” y miedo al “qué dirán” pues ese cortisol, adrenalina y demás hormonas que hemos generado, por psicosomatización, se quedarán dentro de nosotros y en meses o años, nos afectará nuestra salud física de distintas maneras como dolores de cabeza, asma, disturbios hormonales, cardíacos y hasta cáncer.

* Hacemos una explosión, algunas veces con la persona incorrecta, debido a la represión constante de muchos hechos unidos del pasado que terminan por funcionar como “olla de presión”. 

* Iniciamos y fomentamos comentarios en personas de nuestra comunidad llenos de insatisfacción alrededor del hecho y con respecto a las personas involucradas sin estar ellas presentes (lo que se califica comúnmente como hablar “a las espaldas” de alguien o “chismosear”) y generamos un ambiente destructivo y 0 útil en nuestro contexto.

Sí, la rabia, al igual que todas las emociones, se puede usar con efectividad en la resolución de problemas.


*Psicóloga y Coach online, Master en Neurociencias,  certificada en Inteligencia Emocional. www.jasselarzuza.com www.ifniec.com 

sábado, 9 de septiembre de 2017

El Perjuicio y el Prejuicio de las Etiquetas

“No es que tú si eres BRUTO para las matemáticas, pero, ¿Por qué será que tú no puedes ser bueno en matemáticas como tu hermano?”

“Y ya terminaste de nuevo con otro, tú como que no puedes estar con alguien más de un año, eres como que la RESBALADIZA de la familia, todos se te escapan cual agua de las manos…”

Las etiquetas, como todo prejuicio que hemos inventado los seres humanos, están fundamentados en el miedo. Ellas son una forma de protección que hemos encontrado contra aquellas actitudes, comportamientos, ideas que de alguna forma sentimos nos molestarán, herirán, afectarán y, en algunos casos, llevados hasta el extremo, sentimos que hasta determinarán el fin de nuestra raza humana.

Es el caso de algunas de las etiquetas más dañinas entre los seres humanos como las puestas por los fanáticos religiosos. ISIS, es un ejemplo claro de ello, todo el que no es musulmán, es infiel y hay que matarlo, pero es igual en todas las religiones donde se presenta el fanatismo, que, finalmente, es miedo aterrador. Hace unos años cuando vivía en Brasil, un niño de sólo 10 años, hijo de unos amigos con los que desayunaba, me oyó hablar de la Virgen María y me dijo, “ay no pero tú eres católica, qué mal, no entrarás al reino de los cielos, no debería ni compartir mi mesa contigo…” un miedo letal, tal como si le fuera a transmitir algún tipo de virus mortal sólo por estar sentados juntos.

Ni qué hablar de los prejuicios sexuales ¿Cuántas niñas en países latinoamericanos y del Asia, asesinadas o, en el mejor caso, vistas y tratadas como objetos a vender al mejor postor, sólo porque son niñas y no niños? O, el prejuicio a los homosexuales, señalados por algunos como los culpables de que se acabe el mundo porque no podamos procrear más en un futuro apocalíptico ya que, sólo habrá en la tierra “maricones y lesbianas” y ningún nacimiento de niño y niña “normal” y por eso hay que “acabarlos” ya, es que son una enfermedad.

Extremos de los prejuicios conducidos por miedos claramente irracionales, como muchos miedos lo son, que nos pueden llevar a matar a otro ser humano sólo y exclusivamente por su color de piel, género, estrato socioeconómico o religión y cualquier otra diferencia ideológica o física que se nos ocurra para dividirnos y autoclasificarnos en mejores o peores.

El asunto es que, como todo en la vida, los prejuicios y las etiquetas pueden ser una estrategia útil cuando sirven como el llamado a la conciencia de una alerta que nos dan los otros de que algo en nosotros no está en su nivel óptimo y puede ser mejor, como cuando le decimos a alguien, “Oye ya llevas tres choques del mismo lado, pilas que la próxima te llamaremos el chocón de la derecha, ¡jajaja! Bueno, no, es en serio, que ya nos tienes preocupados, ¿No será que estás perdiendo la visión en ese ojo, o, qué será?, ¿Has ido al médico a revisarte la visión, o será del oído que no oyes la bocina del otro carro?”

Muchas veces los otros nos dicen cosas que no se nos ocurren porque ellos nos ven desde su óptica, que es diferente a la nuestra, porque no está ensimismada como la nuestra y nos alertan y hasta nos salvan, como en el caso de este cliente que se terminó dando cuenta de que sí tenía un problema en su campo de visión y, sólo por miedo a que le pusieran el apodo, salió a revisarse y, por eso, pudieron corregirle su problema de visión. Ya no ha chocado más.

Pero, las etiquetas se vuelven un perjuicio para los humanos cuando abusamos de ellas, cuando nos volvemos medio paranoicos, medio neuróticos, o, en su fase “normal” intolerantes. Y, éste es el punto donde nos encontramos la gran mayoría de ciudadanos de nuestra sociedad de hoy, cada vez más demandante y perfeccionista. Nos hemos convertido en seres intolerantes y lo somos con nuestros hijos, hermanos, amigos, padres, estudiantes, empleados, gobierno etc.

“Mami, ¿Ya te diste cuenta de que te está saliendo una cana aquí? Ay no, corre a la peluquería porque te ves fatal”

“Amiga, ¿Viste el gordito que se te ve en esta foto?
-Uy sí, qué mal, desde mañana la dieta de las frutas para toda la semana porque ese gordo de que se va, se va…”

“Pedro, de verdad, ¿Tu hijo no está en Kumon? Anda, no le estás sacando todo su potencial en matemáticas, se te va a atrasar y no va a poder tener el promedio para entrar a la universidad XYZ.”

“Luisa, en serio, ¿Cómo así que tu bebé todavía no camina? Creo que tiene problemas, llévalo al médico corriendo…”

La cultura en que estamos inmersos nos exige niños, jóvenes y adultos cuasi-perfectos con normas cada vez más ajustadas y rígidas, menos amables con nuestra humanidad, menos flexibles con nuestra cualidad inherente al individuo de ser seres en desarrollo constante y además y, sobre todo, DIFERENTES. Por ello, triste y terriblemente, observamos, desde nuestro asombro, cómo va en crecimiento el número de suicidios en niños y adolescentes y el surgimiento de juegos autodestructivos que, para nosotros, son claramente “locos” y “anormales”.

Parte de la razón de ello está en nuestra poca aceptación de lo que son nuestros hijos con alegría por sus triunfos (grandes para ellos siempre aunque para nosotros sean insignificantes), el respeto por lo que son hoy y la esperanza de lo que pueden llegar a ser. Pero de lo que ellos pueden llegar a ser, es decir, de su mejor versión, y no, la versión que nos requiere el vecino, la mamá del grupo de pilates, la amiga del club o hasta el ex con el que todavía estoy “ardida”.

Nuestros hijos están en su derecho de ser y no tener que correr a llenar las expectativas de los adultos, ni siquiera las de sus padres porque nosotros los padres no somos los dueños de sus vidas, aunque algunas veces nos creamos ese cuento.

Evitemos el perjuicio del abuso de esas etiquetas prejuiciadas, apodos que los minimizan y los ridiculizan: el gordo, la fea, la bonita, la bruta, la “fresa”… porque ellos son más que eso.


Cambiemos nuestro chip de la búsqueda loca de la perfección, las medallas y los trofeos. No caigamos en esa trampa que nos está deshumanizando y haciendo perder de vista todo lo que es nuestro hijo, toda la belleza de ese ser humano que tenemos la bendición de llamar hijo. 

viernes, 30 de junio de 2017

¡Ay!, Esos Abusadores....


No tiene que ver con que sean hombres o mujeres, niños, jóvenes, adultos, o, ancianos también puede ser tu hermano, tu papá, tu pareja, tu “mejor amigo”, tu jefe, tu compañero de equipo y hasta tu hijo de 4 años porque es que los hay de todos los tipos: encantadores, de “carácter fuerte”, coquetos, sensuales, “mártires”, pícaros, “santitos”, o, “religiosos”, astutos, socarrones,  “tira la piedra y esconde la mano”, el asunto es cómo identificarlos para evitar meternos en ese lío.
 
Lo primero que hay que saber para prepararse frente a un posible abusador es que el abuso siempre se da a nivel intelectual y emocional, aunque no siempre, a nivel físico. Es decir, no te autoengañes pensando que “como no me ha tocado un pelo, no puedo ni decir, ni pensar, que es un abusador”, no.

Si estamos hablando de una persona que ejerce control sobre ti y te obliga, de alguna manera, a tomar decisiones, decir palabras o hacer cosas que no quieres, es un abusador.

Estas personas, tienen comúnmente, una baja autoestima resultado de una notable inmadurez psicológica o emocional y no logran relacionarse con los demás de forma adecuada. Es decir, desarrollaron una incapacidad para entender que en las relaciones hay reciprocidad y que éstas son de doble vía pues, en su inmadurez (se quedaron de 3 años y se siguen creyendo el cuento de Disney, y juran y perjuran, en su mente, que son princesas y príncipes) están siempre convencidos de que ellos se merecen todo lo que deseen y que el mundo gira en torno de sus deseos y caprichos, sin tener que dar nada a cambio ni considerar al otro en la consecución de sus metas.

Algunos de sus rasgos más notorios son:

 
·         Muestran una “doble personalidad”: unos momentos son tan amables, queridos y encantadores que no puedes si no “enamorarte” de ellos y, de repente, o en otros momentos, saltan comentarios sarcásticos, burlones, o, los ves tomando decisiones, o, acciones crueles y desconsideradas con los otros que te dejan con la “boca abierta”.

·         Son celosos, posesivos y demandantes e intensos cuando tienen un objetivo y, en lugar de pedir un favor, te lo ordenan, o, si lo piden, la forma en que lo hacen es como si fuera una orden y lo quieren “para ya” y sin importar lo que tú tengas que hacer para ello, o, lo que tengas que dejar de hacer para complacerles.

·         Como tienen baja tolerancia, pues no consideran a los otros, desarrollan un temperamento explosivo cuando no consiguen lo que quieren: gritan desesperados, golpean cosas, hacen gestos violentos, te amenazan a nivel psicológico (ya sea con el papel de víctima o el rol de agresor manipulador) haciéndote sentir culpable, minimizando siempre tus necesidades y sentimientos y sobrevalorando sus necesidades y sentimientos. Este comportamiento, evidentemente, es uno de los que más funcionan contra sus víctimas pues ésta se siente responsable de las necesidades y sentimientos del abusador y le sirve a sus propósitos egocéntricos, dejándose abusar.

·         Siempre culpan a los demás de sus propios problemas, irresponsabilidades y manejos inadecuados de situaciones financieras, laborales y emocionales. Algunos llegan a usar de excusa a “Dios”, al universo, a la suerte, a sus múltiples ocupaciones, o a que “me odian, me envidian, me la tienen montada” pues, nunca se hacen cargo de sus errores, y, por supuesto, evitan al máximo disculparse pues, además les queda difícil ya que, en su inmadurez, de verdad, creen que tienen la razón.

·         Tiene una aguda percepción de los puntos débiles de la víctima así que se burla, juzga a la víctima, la amenaza, la insulta, la ataca verbalmente (generalmente primero en privado, y, luego, al escalar, amenaza constantemente con hacerlo en público, o con hacer algo en público que dañe su imagen o nombre frente a la sociedad, fomentando más miedo en la víctima que sigue cumpliendo con sus demandas desconsideradas), y en, extremos, la ataca físicamente (iniciando en privado y luego, en público).

·         Tiene una idea totalmente irreal de sus capacidades y de lo que es y vale para la sociedad. Por ello, cree tener los grandes negocios en sus manos todo el tiempo y ser el mejor candidato para obtener los cargos más altos o, la pareja más deseada, con lo cual, vive en un mundo de expectativas mágicas y fantasiosas de lo que puede obtener y ser que, evidentemente, nunca se cumplen pero que, siempre es por alguna razón diferente y externa a sí mismo.

 Si lees este artículo y encuentras que vives con alguien así o que tienes alguien así en tu vida, es muy posible que estés sufriendo un abuso psicológico, emocional o hasta físico.

Es importante que entiendas que esa persona requiere ayuda profesional y que tú también pues, un abusador sólo existe cuando hay una víctima que tiene el perfil perfecto para jugar ese rol. Ese perfil sólo está cuando una persona tiene tal baja autoestima que, le permite ser abusada y ejercer una posición sumisa, lo que se traduce en que es posible que sea una persona sin firmeza, sin empoderamiento alguno en sus capacidades emocionales y poca seguridad interior.

 

domingo, 14 de mayo de 2017

¡Gracias, Mamás!

Tanto por decir y agradecer a una madre. Hoy escojo resaltar una de tantas virtudes en la labor de madre: su valor único como modelo primero y principal de amor propio, autocuidado e inteligencia emocional, de un hijo.

No hay estudio de autoestima, e inteligencia emocional que no reconozca a la madre como el factor primario y el que determina, en  gran medida, el tipo de relaciones que mantendremos con nosotros mismos, nuestra pareja y descendencia.

No es que sea nuestra madre la responsable de las discusiones de pareja, o, con nuestros hijos adolescentes. No, cada individuo, de lo vivido con sus padres, creencias y cultura elige qué tomar para vivir su vida y cómo dirigirla. Es un proceso personal del cual no podemos responsabilizar a otro que a nosotros mismos.

Sin embargo, está comprobado que es en el hogar donde, con lo dicho y hecho por padres, hermanos y familia, se generan todos los procesos internos psicológicos que se traducen como autoestima, asertividad e inteligencia emocional en la vida adulta. Adicionalmente, se ha descubierto que es la madre, sobre todo en las culturas latinas (donde ejerce el protagónico de la crianza), la que con sus cuidados, acciones y palabras refuerza una sana o inadecuada autoestima.

Son conocidos los casos de adultos que, siendo niños, vivieron eventos traumáticos sociales por ser diferentes. Algunos niños, por rasgos físicos, otros, por cualidades intelectuales o capacidades distintas, fueron excluidos y fue la madre la que permitió, con su gestión adecuada y enfocada en la felicidad del hijo,  que esto fuera procesado de manera inteligente y adecuada para él.

Como analogía al rol en las emociones que puede tener una madre, en esos momentos, ésta representaría a esa isla que se convierte en el paraíso de un náufrago. 
 
Un ejemplo reciente es el de Kristine Barnett, quien buscó y encontró la forma de que su hijo fuera feliz y útil a la sociedad, contrariando a los “expertos” que le diagnosticaron de autismo, y le pidieron bajar sus expectativas como madre, en cuanto a la calidad de vida de Jacob y a su posibilidad de ser feliz. Jacob, es hoy feliz y reconocido como el joven con mayor IQ que Einstein y a punto de lograr su PhD a los 17 años. Esto, gracias a esa madre tenaz e inteligente emocionalmente que creyó en él.
 
GRACIAS, MADRES, por esa gran labor.

martes, 31 de enero de 2017

El Amor en los Tiempos de las Redes Sociales

“Es que como éste no pone la foto de nosotros en FB creo que me va a pasar como con mi ex que, de repente, dejó de ponerlas disque porque ya no le ponía atención a eso y era mentira, era para que la otra no supiera que estaba casado y era mi esposo” Cliente en Miami, 36 años


Las redes sociales han venido para quedarse y, como todo elemento innovador tecnológico, produce cambios en las actitudes, hábitos y comportamientos humanos. E, igual que como pasa con cualquier cosa, el abuso o uso inadecuado puede resultar poco beneficioso aunque, en el uso conveniente sí que puede ayudarnos y ser indicador de conductas en la pareja que antes, a duras penas, se podían ver en una relación de noviazgo o de corto matrimonio y, de eso, trata este artículo de cómo usar las redes sociales en pro del amor verdadero y como medio para la construcción útil en nuestro camino de ser mejores personas y parejas.

En el caso de la cliente que cito, aunque fue duro el impacto recibido con la infidelidad de su exesposo, fue útil la red social porque fue el único indicador que le llevó a desconfiar de su esposo al punto de encontrar que sus sospechas eran bien fundadas. Siendo un hombre tan sigiloso y cuidadoso, nunca nadie hubiera podido dudar de su fidelidad, sólo por su negativa de publicar más fotos de ellos dos de un momento para otro, sin más explicación, fue que las sospechas surgieron. Y recordé entonces, otros casos de parejas con hombres igual de cuidadosos que llevaron relaciones de pareja extramatrimoniales estables y con hijos fuera del matrimonio por más de 30 años, que nadie jamás dudó de su fidelidad y que sólo se enteraron al morir el esposo. Sí, toda una vida de engaños y la mujer sin tener a quién reclamar y con quién discutir lo sucedido para encontrar dónde estuvieron las fallas y mejorar, lo cual hizo mucho más difícil el comprender la situación y el proceso de sanación y el perdón en ella, en el caso de mi cliente, en cambio, por delatarlo al señor el FB y ella darse cuenta a tiempo, sí lo pudimos afrontar, encontrar los puntos de oportunidad en ella, trabajarlos y resolver. Hoy se encuentra ya en otra relación de pareja en una versión mejorada y con una persona que ama y le ama, que le es fiel y la respeta.

Pero no sólo para descubrir a parejas astutas y abusivas he visto la utilidad, sino también para medir el grado de inseguridad y necesidad de aprobación de la pareja y trabajar en ello cuando la necesidad es no sana. He tenido casos de parejas cuyo conflicto ha radicado en la necesidad de uno de los dos por publicar todos y cada uno de los momentos que viven. Al iniciar el trabajo con ellos y analizar las circunstancias, hemos descubierto que hay en el fondo una inseguridad de la señora por mostrar al mundo que era feliz y que su esposo y ella eran felices porque desde pequeña ha necesitado la aprobación de sus padres, luego de sus profesores y amigos y luego, de todos los demás, para sentirse feliz sólo que nunca había sido tan notorio como para pensar en la necesidad de buscar ayuda profesional pero, por las redes sociales, quedó expuesta su necesidad. Trabajamos, entonces en ese reto, la señora pudo tener la oportunidad de tratar un tema que no había sido percibido pero que sí la estaba afectando a ella y en su crianza a sus hijos que también los estaba educando fomentando en ellos la necesidad de aprobación y, consecuentemente, la pareja y la familia en general, pudo seguir en su relación de manera armónica.

Increíblemente, también he observado cómo ha servido de reforzador de las relaciones. Tuve un caso en el que el esposo había perdido todo interés en la relación y había decidido tomarse un tiempo para reflexionar sobre la misma mientras aprovechaba un curso en Europa de tres meses que la empresa le había solicitado tomar. Pues bien, en esos tres meses en los que trabajamos en su proceso de análisis en terapia, uno de los ejercicios que acordamos realizar fue recordar momentos en que había habido mucho amor entre los dos y satisfacción con la relación para identificar los elementos que los hicieron memorables y felices. Para ello, él decidió usar el FB y el IG de los dos para que le sirviera de guía en sus recuerdos pues, simplemente, no recordaba nada de lo bueno de la relación, sólo estaba enfocado en lo aburrido y en lo que veía como negativo. Poco a poco en esos meses, al llevar juntos su análisis de las fotos y las publicaciones, ver las fotos juntos en la sesión, obligándose a recrear lo vivido al contármelo, entonces, pudo recordar los momentos, hallar qué lo unía a su mujer, recordar porqué habían decidido casarse y determinar en qué momento comenzó a desdibujarse su relación. Finalmente, al regresar a América, lo hablamos los tres, hicimos un plan de trabajo para la pareja y hoy siguen felizmente casados y además, lo más importante, con la convicción de seguir casados por conocerse y reconocerse sus valores como pareja día a día y nutrirlo, y no, por compromiso social o financiero u otras razones diferentes.   

Otro caso muy interesante fue el de un cliente que, de entrada, a la primera sesión, me dijo que odiaba FB y que se había salido de las redes porque era lo que le había dañado su matrimonio ya que en varias de las fotos que publicaba un amigo de la oficina, por pura casualidad, estaba él con una compañera de trabajo y su esposa se había puesto celosa y le había reclamado y él no soportaba que sospechara de él. Varias sesiones después, decidieron divorciarse porque la señora tomó la decisión de no tolerar más la situación de “matrimonio feliz de apariencias” pues era recurrente en él los “affairs” con sus compañeras de trabajo y, aunque en el pasado siempre lo habían llevado de manera muy íntima, éste fue el detonante que estalló en ruptura. Lo curioso fue que a los tres meses de divorciarse, el señor hizo pública su relación con la compañera de trabajo de las fotos de FB. La señora, por su parte sí siguió el proceso de terapia pues a través de las sesiones entendió que tenía una tendencia de buscar compañeros con ese mismo patrón ya que, había sido una constante en su vida que no quería más y es lo que estamos trabajando actualmente en ella para poder sanar ella y tener una relación sana con otra persona, prontamente.

Entonces, no, no fue FB el culpable de la terminación de un matrimonio como el señor, lo quería hacer ver, sólo fue el detonante final de una dinámica no útil en ambos, como pareja, que los había llevado allí.

Y, con esto, termino la idea de que no son las redes sociales o cualquier tipo de tecnología lo que genera en una persona un comportamiento específico, lo resaltan, sí, y, en algunas ocasiones, lo descubren. Con lo cual, somos nosotros los que sí tenemos la opción de tomar una actitud útil o no útil: decidir satanizar la tecnología, excusarnos en ella y reprimir una oportunidad de mejora o, por el contrario, hacer uso de ella a nuestro favor y utilizarla como medio para potencializar nuestras virtudes o trabajar nuestras áreas de oportunidad a manera personal, familiar y en nuestras relaciones de pareja en esta era del amor en los tiempos de las redes sociales.