jueves, 20 de marzo de 2014

Tú sigue adelante que aquí, no pasa nada.

“Y todo era y sigue siendo así en mi casa: - Ay pero, no pasa nada, Lissy, tú tranquila, no le pongas atención a eso, sigue adelante, no seas la niña problemática, cuestionadora y quejona del curso que eso a nadie le gusta.- Así me decía mi mamá todo el tiempo y por su “no pasa nada” ahora entiendo que sí pasaba cuando dejé que mis compañeras me dijeran apodos ofensivos, que sí pasaba cuando dejé que mi marido me insultara y me golpeara, que sí pasaba cuando dejé que mi jefe tomara mi proyecto y lo presentara como suyo, que sí pasaba cuando…” Cuando anulas y callas los sentimientos, las ideas y el pensamiento crítico en tus hijos, eso es lo que pasa.

Afortunadamente, “Lissy” ya sabe que algo pasa, ya puede identificar cuando algo que no está bien está pasando y que no tiene nada de malo decirlo y pararlo antes de que pase a mayores, por el contrario eso es lo sano, expresar lo que se quiere y se espera. Porque es mejor prevenir que lamentar.

¿Cuántos padres enseñan a sus hijos a desarrollar esta conciencia crítica de lo que está bien y de lo que no está bien para ellos y para los demás?, ¿Cuántos le ayudan a crear una buena autoestima a sus hijos?

En el caso de “Lissy”, después de varias sesiones, fue claro que en el afán de su madre porque su hija fuera aceptada por todos, debido a su propio miedo al rechazo social, uno de los miedos que aún la señora sufre, éste fue transferido a su hija, negándole así, la posibilidad de forjar una autoestima sana y exponiéndola a los abusos de todo aquel que quisiera abusarla.

Lissy, hoy una adulta, muy exitosa en lo laboral, multilingüe, con un doctorado europeo, sí, ha salido adelante social y profesionalmente, y lo ha hecho porque ha superado todos los obstáculos, porque ha sacado provecho de sus aptitudes y habilidades y también, entre otras, tristemente, porque ha aguantado despotismo y excesos por seguir al pie de la letra las palabras aprendidas, de todos los días, de su madre. Podríamos decir que de todo lo que puede ser “malo” siempre hay algo bueno que sacar. Pero, emocionalmente, aún tenemos un camino que recorrer. No es fácil superar el hábito de permitirte ser abusada por tu pareja, compañeros de trabajo o tus amigos. No es fácil dejar de pensar “que no pasa nada” cuando algo pasa y que hay que seguir adelante y dejarlo pasar.

No es fácil entender que tienes derecho a decir “no”, “esto implica demasiado sacrificio de mí y poco de ti”, “no, yo no merezco estas palabras/ este tratamiento”, “respétame”, “me estás haciendo daño”, “no me grites”, “esto no está bien para mí”, “me merezco algo mejor”. Especialmente, si en casa, en lugar de analizar y pensar críticamente, se te pidió aguantar atropellos, se te pidió callar, se te reprimió.

Si no se te enseñó que tienes derecho de valorar, apreciar, evaluar y juzgar acciones y palabras de los demás y de ti mismo, muy posiblemente tu vida emocional de adulto estará llena de variados altibajos y sufrimientos.   

Ahora, tampoco podemos irnos al extremo de concentrarnos en todo y cada uno de los obstáculos que enfrentan nuestros hijos deteniéndonos sólo en los problemas sin ofrecer solución y en quejarnos o criticar nada más. O peor, tal como lo describe Jorge Bucay en su cuento “Autodependencia” ser el padre que, al tropezar su hijo con la mesa de centro, golpea a la mesa y le dice a su hijo que la culpa por haberse caído es de la mesa y no de él que no midió sus pasos y hace que su niño la golpee y le diga: “mala, mesa mala, tú hiciste que yo cayera y me lastimara…” de manera tal que se le enseña al niño a que siempre alguien, o algo, excepto él tiene responsabilidad de sus acciones y consecuencias.

No, no se trata de echarle la culpa al profesor porque el niño reprobó en física, o de excusarlo porque no hizo la tarea pues ya estaba muy tarde y llegó cansado, o dejarle no tender su cama porque llegará tarde para ir al colegio o que sus compañeros tengan que aguantarse sus groserías porque “él es así” o que haga pataletas en el supermercado porque siempre tienen que comprarle un chocolate. Ese es el otro extremo.

Ahora, volviendo al caso de “Lissy” quien casi pierde el pensamiento crítico, el autoestima y la libertad individual por “encajar” en la sociedad, y no ser individuo “problema”, lamentablemente, sí es un error que cometen muchos padres. Actúan por sus propios miedos y deseos, y ponen por encima del bienestar emocional de sus hijos, su propio bienestar y deseo de reconocimiento social sin entender que, en la medida en que su hijo/a goce de buena autoestima, sea consciente y viva sus derechos y deberes, consecuentemente, él/ella gozará de bienestar social. Pues no hay nada más atractivo para las personas que alguien seguro de sí mismo y con una alta inteligencia emocional.

Todos cometemos errores y como padres, nadie viene con un manual debajo del brazo; lo común es que repitamos modelos de nuestros padres o nos vayamos al otro extremo y, con ello, también cometamos errores. Sin embargo, hay unas pautas que podemos seguir que nos ayuden a evitar palabras y acciones en la crianza de nuestros hijos que afecten su vida emocional. Aquí algunos tips para incentivar el pensamiento crítico positivo en nuestros hijos al igual que su inteligencia emocional:

1.   Escucha activamente a tus hijos. Sean pequeños, pre-adolescentes, adolescentes o adultos jóvenes, un hijo siempre necesitará que su padre lo escuche. Algunas veces sólo lo necesita como desahogo; muchas veces, te cuenta sus indecisiones o lo que vivió, en busca de guía o apoyo pues, un padre es modelo y bastón para su hijo siempre, sin importar la edad. Especialmente cuando es pequeño, no desestimes lo que te dice ni su valor, no te burles de sus historias y si te contó algo triste para él, o que le conmovió, no le digas que no pasa nada y que se resolverá con el tiempo o que es sólo algo pequeño para lo que va a vivir en la vida. Para él sí es importante, hoy, para él sí fue algo que dolió y le impactó, ponte en su lugar y busquen juntos una solución justa y real para lo que le trasnocha.

2.   Invítalo a analizar su día. Especialmente con los pequeños y adolescentes. Cuando le dices a tu hijo: “¿Cómo te fue hoy?” Que no sea sólo un recuento de lo que le pasó en su día. Escuchando activamente, encontrarás oportunidades para ayudarlo a analizar por qué pasó algún evento especial, si fue beneficioso para él u otros y si pudo ser mejor o peor con su intervención, invitándolo a actuar o pensar de otra manera. De esta manera, potencias su pensamiento crítico.

3.   Dialoga sobre las noticias, películas, series y libros. Además de tomar decisiones sobre el contenido de lo que está viendo o leyendo tu hijo, el dialogar con él sobre lo sucedido en lo que ve o lee, contigo o sin ti, valorando las acciones y palabras de los protagonistas le ayudará a formar sus opiniones y criterios para utilizarlos cuando se tenga que enfrentar a situaciones parecidas en su vida diaria.

4.   Incentiva la mente abierta. En un mundo donde todos somos igual de humanos pero diferentes en nuestra forma de ser, pensar y actuar, las tendencias al extremo son: a señalar, burlarse o recriminar al otro o por el contrario, a permitir todo tipo de comportamientos y pensamientos pasando del respeto y la tolerancia al consentimiento de aquellos comportamientos que son indeseables y dañan a otros. ¡Ojo! Valorar lo propio no significa destruir con palabras o acciones lo que el otro es, sólo porque es diferente a ti y por el otro lado, respetar al otro no significa que compartes y estás de acuerdo con sus creencias u opiniones o que tienes que actuar igual que él. Es sólo preparar a tu hijo para encontrarse con gente como él/ella, y con otros que no son como él pero hacerle comprender que sus diferencias no los hace menos o más humanos con respecto a sus derechos y deberes. Es enseñarle que en ojos de otros, el diferente puede ser él.  

5.   Respétalo y Valóralo. Todos podemos ser mejores pues estamos en construcción y evolución constante, por eso si tu hijo es X, entiende que hoy es X, valora, acepta y respeta que sea X y hazle saber que así lo amas. Pero explícale también que puede ser Y y Z, si él quiere y que así, lo querrás igual. Y aún mejor, explícale que si quiere ser una mejor X, lo puede ser y que estarás ahí para apoyarlo porque tú también siempre quieres ser mejor de lo que eres y que tú también estás en esa búsqueda, en la de ser tu mejor versión pero que siempre lo vas a querer y respetar como es. Es increíble cómo al hacer esto potencias un autoestima sana y positiva en tu hijo/a.