domingo, 14 de mayo de 2017

¡Gracias, Mamás!

Tanto por decir y agradecer a una madre. Hoy escojo resaltar una de tantas virtudes en la labor de madre: su valor único como modelo primero y principal de amor propio, autocuidado e inteligencia emocional, de un hijo.

No hay estudio de autoestima, e inteligencia emocional que no reconozca a la madre como el factor primario y el que determina, en  gran medida, el tipo de relaciones que mantendremos con nosotros mismos, nuestra pareja y descendencia.

No es que sea nuestra madre la responsable de las discusiones de pareja, o, con nuestros hijos adolescentes. No, cada individuo, de lo vivido con sus padres, creencias y cultura elige qué tomar para vivir su vida y cómo dirigirla. Es un proceso personal del cual no podemos responsabilizar a otro que a nosotros mismos.

Sin embargo, está comprobado que es en el hogar donde, con lo dicho y hecho por padres, hermanos y familia, se generan todos los procesos internos psicológicos que se traducen como autoestima, asertividad e inteligencia emocional en la vida adulta. Adicionalmente, se ha descubierto que es la madre, sobre todo en las culturas latinas (donde ejerce el protagónico de la crianza), la que con sus cuidados, acciones y palabras refuerza una sana o inadecuada autoestima.

Son conocidos los casos de adultos que, siendo niños, vivieron eventos traumáticos sociales por ser diferentes. Algunos niños, por rasgos físicos, otros, por cualidades intelectuales o capacidades distintas, fueron excluidos y fue la madre la que permitió, con su gestión adecuada y enfocada en la felicidad del hijo,  que esto fuera procesado de manera inteligente y adecuada para él.

Como analogía al rol en las emociones que puede tener una madre, en esos momentos, ésta representaría a esa isla que se convierte en el paraíso de un náufrago. 
 
Un ejemplo reciente es el de Kristine Barnett, quien buscó y encontró la forma de que su hijo fuera feliz y útil a la sociedad, contrariando a los “expertos” que le diagnosticaron de autismo, y le pidieron bajar sus expectativas como madre, en cuanto a la calidad de vida de Jacob y a su posibilidad de ser feliz. Jacob, es hoy feliz y reconocido como el joven con mayor IQ que Einstein y a punto de lograr su PhD a los 17 años. Esto, gracias a esa madre tenaz e inteligente emocionalmente que creyó en él.
 
GRACIAS, MADRES, por esa gran labor.

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