El tema de los celos es amplio y complejo pues se relaciona con la fidelidad emocional y sexual, con la monogamia y la poligamia, entonces, para mantenerlo breve y práctico, será dividido en dos partes. En esta primera, se compartirá un breve análisis de lo que son los celos y se tratará superficialmente los conceptos de monogamia social y sexual.
Comencemos
por el significado de “celo”. Según el diccionario Larousse, la palabra celo
tiene varias acepciones, entre ellas: 1.Cuidado e interés con que alguien hace
las cosas que tiene a su cargo. 2. Sentimiento de recelo de que lo que uno
posee o desea llegue a ser alcanzado por otro. 3. Sentimiento de inquietud y pesar
experimentado por alguien ante la sospecha de perder a la persona que ama.
Ahora
bien, los celos son un tema constante en la literatura psicológica, médica-científica,
social y hasta bíblica. De hecho, aclaremos algo: los celos son estados afectivos
naturales y todos los seres humanos los sentimos. Como algo natural, así ha estado
descrito por diversos autores con diferentes teorías, comenzando con Freud
(1922) quien los relaciona con el complejo de Edipo y los clasifica en etapas: 1.
Competitiva o normal, 2. Proyectada y 3. Engañosa (patológica); pasando por
Buss (www.davidbuss.com), quien sugirió
en su teoría del marco de la psicología evolucionista, que los celos tienen
origen genético y evolutivo pues nos vienen de nuestros ancestros como
mecanismo psicológico para promover la reproducción y perpetuar los recursos
para la especie; y, terminando con Marazziti y su equipo de la Universidad de
Pisa quienes encontraron una explicación biológica al encontrar que una baja de
nivel en la sangre de serotonina es la causante de la “tormenta bioquímica” que
genera los celos excesivos. En todo caso, en algo sí están de acuerdo los
autores y es que todos, en algún momento de nuestras vidas, experimentamos los
celos.
Aún
más, es importante entender que los celos o cuidados se dan de manera natural no
sólo en los humanos sino, en varios animales desde aves hasta mamíferos y
primates; es más la monogamia social (formar parejas estables) se presenta como
adaptación necesaria para cuidar de la fragilidad de las crías pues, se protege
aquello que se quiere y se cela algo que se teme perder.
Un
ejemplo que ilustra lo dicho sucede cuando una madre ve a su hijo en “malas
compañías” y lo cela (típico celo de padre-hijo); lo cuida para que en sus
andanzas con ellos no comience a mostrar esas tendencias de comportamientos
destructivos o indeseables al igual que esas ideas que no son productivas de sus
“amigotes”. Esto lo hace porque, en el fondo, realmente la madre teme que su hijo cometa errores que no
tengan reparo y que, por el contrario, le traigan dificultades para toda su
vida y, en consecuencia, le traiga problemas a toda su familia también y consecuentemente, tenga un arrepentimiento tardío.
Sin
embargo, es de la monogamia sexual o fidelidad (la cual es considerada muy rara
en la naturaleza, pues la fidelidad es un concepto artificial, creado por el
ser humano) de la cual nos encargaremos en estos dos artículos pues es ella la
que está relacionada con los celos destructivos en la relación monogámica de
pareja humana.
Mucho
se ha hablado de los celos de pareja y está en la idea del común de las
personas que los celos sólo muestran la inseguridad e inmadurez del celoso y que
éste se refleja como un problema suyo de autoestima. Pero, como dice Buss, esto
no es cierto, hay muchos adultos con alta autoestima y madurez psicológica que
padece de celos así que, la inseguridad sola y exclusiva como causa de los
celos de pareja, no existe. Entonces, ese concepto no es más que un mito.
En
los celos de pareja sí puede haber algo de inseguridad pero hay además, otros
factores que cambian la ecuación. Primero hay que entender que los celos en las
parejas no sólo se manifiestan como el miedo por perder algo que quieres y que
por lo tanto debes celar, proteger y cuidar, sino que viene acompañado de un
factor difícil de lograr y mantener y éste es la fidelidad o monogamia sexual y social
que la sociedad promueve e incentiva como valor primario en la pareja.
Una
de las razones por la cual la monogamia trae tanto conflicto en las parejas es
que el ser humano es naturalmente polígamo, como lo explica David Barash,
psicobiólogo de la Universidad de Washington en “La monogamia no es natural”
(ver redesparalaciencia). Es así como, de 185 sociedades humanas estudiadas,
sólo 29 son monógamas y de éstas sólo 10 tipos de sociedades desaprueban el
sexo fuera del matrimonio (adulterio o sexo previo al compromiso). Un 83% de las
sociedades humanas que han habitado nuestro planeta ha practicado la poliginia
(un hombre que convive con varias mujeres a la vez). Y, además, las encuestas han hallado
que el 50% de los hombres y 30% de las mujeres occidentales admite haber sido
infiel a su pareja por lo menos una vez mientras duró la relación.
Ahora,
como bien lo expresa Judith Lipton en el Mito de la Monogamia (2003) y en
Redes, “Ni la biología, ni la primatología, ni la antropología sugieren que la
monogamia sea una forma de vida natural, pero para el ser humano es natural el
caminar, mas no lo es el patinar ni tocar el violín y sin embargo son cosas
posibles y factibles para el ser humano, así que la monogamia sí es posible,
tal como el arte, aunque ésta no sea natural.”
Es
entonces como la monogamia, elegida por un gran número de personas en nuestra
sociedad de hoy y por razones religiosas, sociales, éticas, económicas u otras,
se convierte en un reto para vivir pues, significa luchar contra la poligamia,
que es la tendencia natural.
Aunque, cierto es que, como manifiesta Barash, natural
también es una bacteria o un virus pero, no necesariamente son buenos para el
hombre; así pasa con la poligamia, es lo natural pero, no necesariamente es lo bueno
para el ser humano y lo que sí está demostrado es que definitivamente la
poligamia, por todas las implicaciones genéticas que trae consigo, no es lo
evolutivamente inteligente.
Fuentes
Bibliográficas
Freud,
S. (1922). El complejo de Edipo. Amorrortu Editores: Buenos Aires. O.C.
http://blogs.elpais.com/apuntes-cientificos-mit/2013/07/somos-mon%C3%B3gamos-infieles-y-celosos.html
Barash,
D., Lipton, J. (2003). El mito de la monogamia. Siglo XXI, España Editores.
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