No
hay estudio de autoestima, e inteligencia emocional que no reconozca a la madre
como el factor primario y el que determina, en
gran medida, el tipo de relaciones que mantendremos con nosotros mismos,
nuestra pareja y descendencia.
No
es que sea nuestra madre la responsable de las discusiones de pareja, o, con
nuestros hijos adolescentes. No, cada individuo, de lo vivido con sus padres,
creencias y cultura elige qué tomar para vivir su vida y cómo dirigirla. Es un
proceso personal del cual no podemos responsabilizar a otro que a nosotros
mismos.
Sin
embargo, está comprobado que es en el hogar donde, con lo dicho y hecho por
padres, hermanos y familia, se generan todos los procesos internos psicológicos
que se traducen como autoestima, asertividad e inteligencia emocional en la vida
adulta. Adicionalmente, se ha descubierto que es la madre, sobre todo en las
culturas latinas (donde ejerce el protagónico de la crianza), la que con sus
cuidados, acciones y palabras refuerza una sana o inadecuada autoestima.
Son
conocidos los casos de adultos que, siendo niños, vivieron eventos traumáticos
sociales por ser diferentes. Algunos niños, por rasgos físicos, otros, por
cualidades intelectuales o capacidades distintas, fueron excluidos y fue la
madre la que permitió, con su gestión adecuada y enfocada en la felicidad del
hijo, que esto fuera procesado de manera
inteligente y adecuada para él.
Como
analogía al rol en las emociones que puede tener una madre, en esos momentos,
ésta representaría a esa isla que se convierte en el paraíso de un
náufrago.
Un ejemplo reciente es el de Kristine
Barnett, quien buscó y encontró la forma de que su hijo fuera feliz y útil a la
sociedad, contrariando a los “expertos” que le diagnosticaron de autismo, y le
pidieron bajar sus expectativas como madre, en cuanto a la calidad de vida de
Jacob y a su posibilidad de ser feliz. Jacob, es hoy feliz y reconocido como el
joven con mayor IQ que Einstein y a punto de lograr su PhD a los 17 años. Esto,
gracias a esa madre tenaz e inteligente emocionalmente que creyó en él.
GRACIAS, MADRES, por esa gran labor.
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